La práctica de dar feedback en la empresa no siempre se aborda con las mismas perspectivas. Mientras unas organizaciones solo emplean la retroalimentación para constatar lo que se ha hecho mal, otras se apoyan en el feedback positivo para poner de relieve los puntos fuertes y trazar un itinerario de mejora continua.
El feedback positivo se define como una comunicación retroactiva que contribuye a la mejora de un proceso, una actitud o un desempeño. La idea es aportar ideas que fomenten el progreso individual o colectivo, no quedándose en las debilidades sino acentuando las fortalezas.
No obstante, el feedback positivo no se limita a un simple ejercicio de reconocimientos, también es preciso realizar una crítica constructiva siempre que sea necesario. Está marcado por un espíritu de contribución a la mejoría, no tanto de un elogio gratuito o de «criticar por criticar».
En realidad, se trata de aunar ambas ideas: los interlocutores vierten opiniones, datos o puntos de vista en aras de aportar soluciones a problemas existentes, elogiando y señalando puntos susceptibles de mejora cuando proceda.
El rendimiento de los trabajadores se ve potenciado si no se limitan a recibir feedback negativo (el que se queda solo en sus puntos débiles o errores). A menudo, es necesario proyectar situaciones donde el empleado puede sacar lo mejor de sí mismo para ayudar a la compañía.
Esta metodología aborda los problemas desde el positivismo, lo cual incide directamente en el estado de ánimo de los empleados. Al crearse un clima laboral donde se promueve un espíritu constructivo, la plantilla estará más motivada.
Asimismo, los empleados que participen en programas de retroalimentación positiva estarán más dispuestos a comprometerse con la empresa, al recibir también reconocimientos (y no solo críticas negativas) por parte de sus superiores; esto se traduce en una menor tasa de rotación de personal.
En un escenario donde abunda la retroalimentación positiva, se instaura progresivamente un clima de confianza, que fomenta la autonomía de los empleados: esta libertad sirve como propulsora de su crecimiento personal y profesional.
Programación de las evaluaciones. No se recomienda que el proceso de retroalimentación sea improvisado u ocasional, sino que se incluya en la programación horaria de la empresa y se incorpore a los hábitos de toda la plantilla.
Habilidades para dar feedback. También es necesario entrenar las destrezas sobre cómo se hace un feedback correctamente: empatía, escucha activa y comunicación no verbal son algunos ejemplos, fácilmente obtenibles mediante procesos interactivos de gamificación.
Llegar a soluciones conjuntas. Se trata de realizar las preguntas adecuadas para llegar a los escenarios deseados. No hay que perderse en críticas o elogios excesivos, sino ahondar en la naturaleza del problema y apelar a las fortalezas para solventarlo.
El feedback positivo constituye una de las estrategias más recomendadas para sanear el clima laboral, establecer una cultura de mejora continua y promover la motivación de la plantilla. A través de distintas actividades de gamificación, cada integrante de la organización aprenderá a incidir más sobre las fortalezas que sobre las carencias, propias o ajenas.