Partiendo de la base de que, en algún momento, cualquiera de nosotros hemos podido querer cambiar de trabajo, surge inmediatamente la siguiente pregunta: ¿es malo para las empresas que sus empleados quieran marcharse? La respuesta, obviamente, es que sí: una excesiva rotación de empleados no es buena para ninguna organización y, a continuación, vamos a intentar explicar por qué.
La rotación de personal en una empresa nos indica la tasa de trabajadores que se van de la organización en relación con el tamaño total de la plantilla. Se calcula dividiendo el número de personas que han abandonado la empresa en un período de tiempo entre el promedio del total de empleados.
Veámoslo con un ejemplo:
Una empresa mantiene una media de 250 trabajadores al año en plantilla: en el último año, 48 trabajadores han abandonado la organización. ¿Cuál es el índice de rotación de empleados? Dividimos 48 entre 250, lo que nos da un 19.2 %, que es el índice de rotación de la empresa.
No obstante, no siempre es un número significativo. Según la Guía Laboral Hays 2020, por ejemplo, las tres cuartas partes del personal de hostelería y turismo en España afirman estar deseando cambiar de trabajo, mientras que más de la mitad se sienten abiertamente desmotivados.
La rotación de personal en las empresas suele estar relacionada con factores que determinan una mala experiencia para los empleados, como:
Sin embargo, también ha podido suceder que la empresa no haya completado con éxito un número significativo de procesos de selección: si se contrata al candidato equivocado, tarde o temprano éste querrá abandonar la compañía porque se dará cuenta de que el puesto «no era lo que le habían prometido».
La apariencia de estas circunstancias perjudica a las organizaciones en términos de captación y retención de talento, ya que las empresas con alta rotación de personal suelen ser vistas negativamente por los candidatos potenciales, además de por los empleados.
Dotar de precisión a los procesos de reclutamiento y selección.
Asegurarse de que las vacantes estén remuneradas adecuadamente, según los estándares del mercado.
Dar importancia al proceso de integración del empleado (onboarding).
Promover políticas de conciliación entre la vida personal y profesional de los empleados.
Fomentar un ambiente de trabajo agradable y productivo.
Invertir en la formación continua de los empleados, tanto en competencias técnicas como en habilidades blandas.
Para este último punto, es muy interesante valerse de la gamificación, puesto que permite introducir estas nuevas habilidades de forma natural y en clave lúdica.
Una alta rotación de personal suele reflejar que la empresa no es capaz de retener ni atraer correctamente a los trabajadores, y también es sinónimo de un funcionamiento deficiente de algunas de sus políticas internas: evitar la rotación laboral ayuda a la empresa a conservar el talento humano que hay (y habrá) en sus filas.